martes, 22 de julio de 2014

Los carteros: La deshumanización de la necesidad

Los carteros: La deshumanización de la necesidad


Teotihuacan en línea. Por décadas, ellos han sido portavoces de buenas y malas noticias. Su espera era motivo de angustia o alegría. En su mochila, las misivas que tejían nuestros destinos se transformaban en pequeños trozos de la vida.
Ellos conocían nuestros domicilios y nuestros rostros.
Son los carteros.
Tristemente, los tiempos han cambiado tanto que podría afirmarse que un gigante como Google sabe más de nosotros, de miles de millones de ciudadanos, que ninguna otra organización. Y precisamente, gracias a Google y otras compañías, muy poca gente tiene ahora necesidad de enviar un mensaje a alguien utilizando un intermediario.
La revolución tecnológica ha dejado a los servicios de correos sin una parte de su trabajo, con una legión de carteros a sus espaldas, obligados a modernizarse a marchas forzadas bajo la amenaza de evitar la ruina.
El servicio de correos nació como una institución del poder. Lo utilizaron los faraones para sus comunicaciones hasta que Roma, como tantas otras cosas, le dio una organización: el emperador Augusto lo utilizó como parte de las comunicaciones militares. Del Imperio Romano datan las primeras estaciones postales y el primer servicio de postas público denominado Cursus publicus.
Las experiencias de los servicios de correos son muy diversas y discurren durante siglos entre lo público y lo privado (en algunos casos, son los propios comerciantes los que establecen este servicio), entre la concesión o el monopolio, hasta que, en el siglo XIX, empieza a tomar cuerpo que es el Estado quien debe de garantizar un servicio de correos universal y barato capaz de abarcar todo el territorio nacional. Para entonces algunas cosas ya estaban cambiando, como el hecho de que la carta no la pagara el receptor sino el remitente, idea que se le atribuye a Rowland Hill, un funcionario inglés que presentó un proyecto a los encargados del servicio postal británico para introducir ciertas reformas, a la vista de que el servicio de correos era visto como confuso, caro y corrupto, en el cual las cartas y los paquetes los pagaba el destinatario. Hill propuso la introducción de un adhesivo, en el que dibujó el perfil de la Reina Victoria, que se vendería al precio de un penique. Nació así, en 1837, el primer sello de correos y el pago por anticipado de un servicio.
En España, el servicio de correos fue una concesión durante años que graciosamente otorgaba el Rey, hasta que Felipe V convirtió el servicio en un asunto responsabilidad del Estado. Se cita el año 1706 como el del nacimiento del servicio público en España, el de 1756 como el de la creación del cuerpo de Carteros, circunscrito a Madrid (con un total de 12 miembros, repartían la correspondencia en la docena de distritos de la capital) y el de 1762 como el del nacimiento del primer buzón de correos.
Hoy, el Internet y los correos electrónicos parecen querer borrar ese rostro conocido, esperado y entrañable del cartero.
La deshumanización tomó las armas de la necesidad

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