miércoles, 13 de septiembre de 2017

Teotihuacán la misteriosa ciudad sagrada

Teotihuacán la misteriosa ciudad sagrada


Teotihuacán en Línea. Teotihuacán. A sólo cincuenta kilómetros al Noreste de la capital de México se encuentran las pirámides de Teotihuacan, que son, junto a Machu Picchu en Perú, los restos precolombinos más visitados de América Latina.
Pero, a pesar de su grandeza, nadie sabe quién la construyó ni cómo desaparecieron sus habitantes.
Estos imponentes yacimientos forman parte de la que fue la urbe más grande y poblada del Nuevo Mundo en los primeros siglos de nuestra era, y la sexta mayor del planeta; por delante de Roma, con doscientos cincuenta mil habitantes. Sin embargo, los misterios en torno a Teotihuacán siguen intactos: su nombre original, la etnia de sus pobladores, el idioma que hablaban y su súbita extinción.
Nadie sabe quién construyó esta ciudad sagrada que vivió su máximo esplendor entre los siglos II al VI. Se sabe que comenzó siendo una pequeña aldea cien años antes de Cristo y que en los dos siglos siguientes sus desconocidos pobladores construyeron un poderoso centro de poder religioso y comercial desde el que dominaban Meso América. A partir del 600, también por razones desconocidas, devino su decadencia.
Pruebas de incendios selectivos de estructuras públicas y otras destrucciones confirman la teoría de los arqueólogos que en el año 750 la civilización de Teotihuacan había dejado de existir.
Las ruinas se esparcen alrededor de doce kilómetros cuadrados y a ambos lados de una avenida principal de cuatro kilómetros de largo conocida como la Calzada de la Muerte. Durante su apogeo, cuatro mil viviendas de una planta, construidas en piedra y adobe, y ocupadas por artesanos, guerreros y comerciantes, rodeaban la Calzada. Luego, todos desaparecieron.
Algunos apuntan que por falta de agua y por la deforestación. Sin embargo, las estructuras sobrevivieron a la era de los sabios Toltecas hasta ser descubiertas por los Aztecas cuando llegaron al Valle de México, que se las apropiaron. Impresionados por su grandeza, los mexicas o aztecas bautizaron la metrópoli con el nombre de Teotihuacan, que significa “el lugar de los Dioses”. Según la mitología azteca, los dioses eligieron este lugar para crear el universo.
Es difícil dilucidar cómo en aquella remota época, una sociedad que desconocía la escritura fue capaz de levantar semejantes construcciones monumentales, como la pirámide del Sol (100-250 d.C), ejemplo de profundos conocimientos arquitectónicos, matemáticos y astronómicos.
De hecho, sus planos y ángulos se trazaron en relación exacta a los movimientos del Sol y la constelación de las Pléyades, y sus 242 escalones están orientados al oeste, en la creencia de que el Sol, al anochecer, se transformaba en un jaguar para poder pasar por la oscuridad de la muerte.
Incógnitas
Una de las mayores frustraciones de los arqueólogos ha sido la ausencia de testimonios escritos durante las investigaciones que, desde 1917, se realizan en el lugar. Se han encontrado un centenar de símbolos que podrían tener algún significado, pero los analistas nunca se han atrevido a atribuirles un valor fonético.
Tras numerosas excavaciones, se sabe que los habitantes de las pirámides contaban con una poderosa estructura militar muy jerarquizada. Sin embargo, para desesperación de los investigadores, no parece que hubiera líderes o gobernantes, ya que todos los esqueletos encontrados tenían las manos atadas en la espalda, por lo que se deduce que se trataba de prisioneros, sirvientes o soldados en vez de reyes o mandatarios. La abundancia de huesos de grandes felinos, caninos y pájaros predadores son importantes símbolos militares e indicativos de una sociedad reglamentada y jerárquica. Y aunque los jaguares han sido asociados con las monarquías mesoamericanas durante dos milenios, no hay restos de ningún posible rey enterrado, ni en las dos pirámides (Sol y Luna), ni en los dos Palacios (el de los Jaguares y el de la Mariposa Emplumada) ni en los dos Templos sagrados (el de la Concha Emplumada y el de la Serpiente Emplumada y el del dios de la Lluvia).
La incógnita es: ¿Había un poder centralizado en una sola persona o rey, o existía un poder colectivo? Según el historiador George Cowgill, aunque no se puede hablar de democracia, lo más probable es que “una elite oligárquica ejerciera el gobierno”. El desarrollo y la prosperidad de Teotihuacan tuvo que ver con los desplazamientos de su población por casi toda Meso América, con su producción agrícola planificada, el establecimiento de un sistema comercial y la explotación de los recursos naturales, en especial las ricas minas de obsidiana de la región.

Gracias a la obsidiana, elaboraban objetos cuyo excedente permitió un floreciente comercio con otras poblaciones. Durante siglos funcionó como una gran capital perfectamente organizada hasta que sobrevino su colapso repentino y misterioso. Teotihuacan fue una ciudad humana y divina, un prodigio de piedra que surgió de forma inexplicable en medio de un valle yermo con apenas unos cuantos pozos de agua. Plazas, mercados, adoratorios, muros estucados de imágenes primigenias de la naturaleza y figuras de un mundo espiritual nos hablan de una activa ciudad regida por profundas convicciones religiosas y normas de vida en torno a los ciclos de la naturaleza -la siembra, la cosecha, la lluvia- que influyeron en la construcción de la ciudad

1 comentario:

Anónimo dijo...

👍 súper la historia teo ti huacana