El Samurai que luchó en las
tropas de Pancho Villa
Edomex en Línea/Teotihuacán en Línea. Redacción. La historia
de México es el resultado de la fusión de distintos pueblos y personajes que,
sin importar su origen, dejaron una huella para hacer de nuestro país una gran
nación.
Uno de estos personajes es Kingo Nonaka: El Samurái de la
Revolución Mexicana.
Una de las preocupaciones en México a partir del Siglo XIX,
fue la escasa población en algunas regiones del país, por lo que, a través de
una petición a diversas naciones del mundo, México dio libre paso a la
migración extranjera. De aquella invitación, se recibieron respuestas positivas
de Japón y China.
El 16 de diciembre de 1883 con la Ley de Colonización y
Deslinde de Terrenos Baldíos, México dio oportunidad a colonos nacionales y
extranjeros para establecerse claramente con derechos y obligaciones en
terrenos que no estaban ocupados por el Gobierno Federal.
En 1888, México fue el primer país de occidente en firmar un
tratado con Japón, permitiendo el ingreso de una gran cantidad de asiáticos que
de inmediato se integraron como trabajadores en la industria minera,
construcción, ferrocarril y la agricultura.
Entre ellos se encontraba Kingo Nonaka, quien cambió su
destino como campesino y buscador de perlas en Japón por un nuevo futuro en
México.
Kingo dejó su país natal junto con su hermano y un tío para
embarcarse a México haciendo escala en Hawai y llegando por mar a Salina Cruz,
Oaxaca.
La razón de este viaje no era buscar aventuras, sino la
necesidad económica, pues debido al desmedido crecimiento de la población en
1872, Japón tenía 30 millones de habitantes en un país cuya extensión
territorial es cinco veces menor a la de México.
Kingo Nonaka llegó a tierras mexicanas a los 17 años de
edad, viviendo primeramente en una plantación de café en Chiapas. Siguió las
vías del tren para intentar emigrar a los Estados Unidos, pero su travesía
terminó en Ciudad Juárez, Chihuahua donde fue adoptado por una mujer de nombre
Viviana Cardón que lo mantuvo, le dio educación y lo bautizó con el nombre de
José Genaro.
Gracias a la familia Cardón, Nonaka aprendió enfermería en
un hospital cercano y adquirió una licencia para trabajar en el país.
Inicialmente se desempeñó como barrendero en el hospital y sin recibir ayuda fue
aprendiendo por sí mismo la labor de médicos y enfermeras.
De un momento a otro comenzó a tratar a los pacientes de
manera tan profesional y efectiva como cualquier médico, por lo que los
administradores del hospital decidieron promoverlo enfermero.
Con Francisco I Madero
En marzo de 1911 cuando su vida cambiaría al tomar unas
vacaciones en Casas-Grandes, muy cerca de donde el líder revolucionario
Francisco I. Madero pensaba librar un ataque contra el coronel Agustín Valdés.
En la batalla, los revolucionarios tuvieron que replegarse
al oeste y al sur, en el ataque Madero resultó herido de un brazo, se buscó
inmediatamente quién pudiera atenderlo y debido a que ya para entonces Nonaka
había adquirido una excelente fama como enfermero, fue llamado para curar la
herida de Madero.
Nonaka no tenía idea de quién era este hombre, pero al curar
la herida, charlaron del porqué de la guerra. Madero le dijo que la lucha era
para crear un mejor país, libre de tiranos y corruptos, que esto era necesario
y sano pues de tiempo en tiempo, para que la justicia pudiera florecer, era
necesario “podar” el árbol nacional a base de cualquier sacrificio.
El japonés quedó tan impresionado con las palabras de Madero
que se unió como enfermero en la sección de sanidad del grupo maderista.
Solo hasta mucho tiempo después, Nonaka supo a quién la
había curado la herida. Cuando Madero fue asesinado, Nonaka sintió como si
hubiese perdido a un miembro de su propia familia y buscando de alguna manera
hacer justicia siguió su lucha revolucionaria.
Francisco Villa
Desde 1913 hasta1916, Nonaka participó en el batallón de
salud al lado del General Francisco Villa, época en la cual recorrió el país
luchando al lado del Centauro del Norte.
Existen fotografías en poder del hijo de Nonaka, donde se ve
a Pancho Villa a todo galope, pero muy de cerca, en una carreta pequeña, el
valeroso enfermero japonés, ambos dirigiéndose rumbo a un destino desconocido. Nonaka
participó en 14 operaciones de combate durante la Revolución, dos con las
fuerzas de Francisco I. Madero y doce con la División del Norte comandada por
Pancho Villa.
Por su labor logró el rango de capitán en el Batallón de
Sanidad de la División del Norte. Junto con Pancho Villa participó en las
batallas de Chihuahua, Ojinaga, San Pedro de las Colonias, Paredón, Torreón y
Zacatecas. Su última misión al mando del General Villa fue en marzo de 1916
cuando se quedó al cuidado de 64 villistas heridos en la iglesia del poblado de
San Buenaventura tras la incursión a Columbus Nuevo México.
Por desgracia el párroco local los traicionó, informando a
las tropas del General John Joseph "Black Jack" Pershing, que un
grupo de villistas heridos se había refugiado en su iglesia, por lo que el
General rápidamente desplazó dos mil soldados para capturar a 64 peligrosos
villistas heridos.
Nonaka era el único de los Villistas que no se encontraba
herido. Al percatarse de esto, logró alertar que habían sido traicionados y que
pronto serían emboscados por una fuerza superior.
Como pudo, evacuó al mayor número de heridos, quedándose en
la retaguardia para cubrir a lo que huían, incluso para ofrendar su vida para
protegerlos si era necesario. Logró huir con otros 31 villistas los cuales
describieron la escena “Como si una ola negra cubriera la pequeña iglesia”.
Pershing pudo arrestar a 33 villistas, los cuáles fueron
internados en la cárcel de Nuevo México a los que les negó comida por más de
tres semanas causando la muerte de cuatro de ellos por hambre. El cura que los
traicionó huyó a los Estados Unidos con 10 mil pesos en monedas de oro que
había recibido de Villa para el cuidado de los enfermos.
A pesar de su heroísmo, Nonaka sintió que había fallado al
no poder proteger y salvar a todos los heridos, decidiendo por razones de honor
dejar la Brigada Sanitaria de la División del Norte y regresando a Ciudad
Juárez donde ingresó a laborar al hospital civil de aquella localidad.
En ese hospital conoció a la enfermera Petra García Ortega,
ambos se enamorarían y contraerían matrimonio, fruto del mismo, tendrían cinco
hijos: María, Uriel, Virginia, José y Genaro.
En 1919 dejaría el hospital y para 1921 junto con su familia
se trasladaría a Baja California, más tarde a Mexicali y Ensenada, pero
residiendo en Tijuana.
Con el fin definitivo del conflicto armado revolucionario en
1921, Nonaka ingresó a formar parte del cuerpo de policía de Tijuana donde se
distinguió por su honradez, puntualidad y un celoso sentido de protección de la
comunidad.
Tuvo también una respetable fama como fotógrafo aficionado,
por lo que las autoridades de la dirección del gobierno de Tijuana lo
contrataron para que tomara fotografías a los reos y presos que se localizaban
en la cárcel pública, siendo así fundador del departamento de identificación de
la comandancia de policía de Tijuana.
Con el fin de mejorar su condición como policía y fotógrafo,
estudió por correspondencia un diplomado en fotografía
dactiloscopia-criminología y grafología por el Instituto de Ciencia de
Chicago-Illinois del que se graduó en 1933.
Nonaka se dedicó en sus tiempos libres a retratar la Tijuana
de los años 20 y principios de los años 40, dejando un legado histórico que
revela las imágenes de una ciudad alejada del turismo y enfocada a la vida
cotidiana de eventos culturales, cívicos y deportivos.
Nonaka tuvo un gran acervo fotográfico y donó más de 300
fotografías al archivo histórico y la sociedad histórica de Tijuana.
Con el ingreso de México a la Segunda Guerra Mundial, Nonaka
y otros mexicanos japonés que residían en el noroeste de México fueron forzados
a cambiarse a la Ciudad de México por órdenes el entonces Presidente Lázaro Cárdenas
que a su vez recibía “Sugerencias” tácticas militares de Estados Unidos.
Fundó el Instituto Nacional de
Cardiología
Como era ya característico de Nonaka, no se podía quedar sin
hacer nada, así que se unió a Ignacio Chávez y a un grupo de ciudadanos
fundando el Instituto Nacional de Cardiología, aunque esto último pocos lo
saben.
El reconocimiento público para este héroe revolucionario
tardó en llegar, pero llegó. El 20 de agosto de 1963 el gobierno de Gustavo
Díaz Ordaz lo reconoció como veterano de la Revolución Mexicana y le otorgó la
condecoración al mérito revolucionario, así como una-pensión vitalicia. El 8 de
octubre de 1977, el Samurái Mexicano falleció a los 88 años de edad