¿Democracia a la baja? 2ª parte
Teotihuacan en línea. José luís Hernández Jiménez. En mi anterior, estimados lectores, les compartí el resultado del estudio anual, denominado “Latinobarómetro
Pues bien, a raíz de mi mamotreto citado, recibí dos decenas de comentarios de lectores (as) preocupados por la situación narrada. Y se me ocurrió compartirles una segunda parte, ésta, intentando algunas aclaraciones.
La primera es sobre el concepto de Democracia, utilizado. No se refiere a la democracia como la entendían algunos clásicos griegos, “el gobierno de los sabios”. Tampoco, en el sentido aplicado en algunas comunidades pequeñas, en las que todos, de manera directa, deciden sobre todo. Se refiere más bien, al concepto aceptado, en términos generales, por la mayoría de las naciones en la actualidad y que algunos le han puesto el apellido de “representativa”, democracia representativa.
En México, formalmente hablando, es lo que tenemos, una democracia representativa, porque los ciudadanos eligen a sus representantes, encargados de conducir el destino del país. ¿Y cómo lo hacen?
Pues según
En el largo y tortuoso proceso de perfeccionamiento de nuestra democracia representativa, desde el siglo antepasado, se le han agregado ideas, instituciones y otras acciones; como que las entidades federativas para su gobierno propio, tengan similar modelo al federal; ó como el Amparo – aportación del Derecho mexicano al Derecho del planeta – que es un instrumento jurídico para defender a los ciudadanos de los excesos del poder; ó como el derecho de voto a la mujer, otorgado hace apenas 60 años; o más recientemente, la creación de instituciones autónomas, ciudadanas, como el IFE,
Y todo eso está bien. En la letra vamos a la par del mundo. Y hay que seguir empujando para seguir perfeccionando todo. Se trata, según entiendo, de que el ciudadano tenga cada vez mas poder de decisión en los asuntos públicos. Pero, aquí viene el horroroso pero: en los hechos tenemos rezagos ancestrales en el ejercicio real de nuestra democracia representativa.
Aún no logramos que el sufragio sea efectivo al 100 por ciento; todos los actores políticos compran el voto ciudadano; la generalidad de las instituciones creadas para perfeccionar nuestra democracia (IFE, IFAI, CNDH,…), tienden a ser corrompidas por los políticos encumbrados; los Partidos políticos actúan mas como grupos de presión y de interés al servicio de sus principales dirigentes, que como instituciones de interés público al servicio de la nación; todos los cargos públicos son utilizados por sus usufructuarios, con una actitud patrimonialista; y…
Y pasamos al problema de fondo, la carencia de una cultura democrática, ciudadana, en todo el país.
Porque, con toda razón, todos nos quejamos de la gente que está en el poder pero ¿de dónde salen? Los políticos encumbrados, enriquecidos, trinqueteros, corruptos, ineficientes, alejados de la sociedad, mentirosos, no vienen de otro planeta, ni siquiera de otro país. Provienen de la sociedad mexicana. Son un reflejo de ella misma. Por ello, nuestra democracia es tan defectuosa.
Para mejorar nuestra democracia representativa y, más aún, arribar a estadios superiores, se requiere mejorar la materia prima, a los componentes de la sociedad mexicana, es decir, a lo que denominamos ciudadanos, que no lo somos en el sentido estricto de su significado.
¿Cómo la mejoramos? Construyendo ciudadanía, cosa nada fácil. Porque ello no se va a hacer desde la clase política, menos desde los partidos políticos. Y sí, desde el seno de la sociedad. Es la mejor manera de combatir y terminar de una vez por todas, con la vieja cultura política, la desarrollada ancestralmente y perfeccionada durante el priato, y asumida como propia por el PAN y por las llamadas pomposamente “izquierdas”, es decir, el caudillismo, el presidencialismo, el clientelismo, el corporativismo, el patrimonialismo, el paternalismo, la corrupción.
Solo así podremos seguir avanzando como país, hacia una democracia menos defectuosa, hacia el ideal de tener un gobierno del pueblo y para el pueblo. Aunque finalmente, aunque la democracia sea un ideal, vale la pena luchar por él.
Notitas.- Una.- Que, por cierto, si el Referéndum, el Plebiscito,
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