Pregunta de niño asombra a presidente municipal de Otumba
Teotihuacan en línea. Paolo Sampayo. Otumba. Silvestre Vicuña Cortés, presidente municipal de Otumba se encontraba supervisando la obra de drenaje en la calle Leona Vicario de Otumba.
Mantenía una supervisión constante en las obras y los compromisos se multiplicaban. Necesitaba, luego de verificar la instalación del drenaje, reunirse con el equipo de trabajo para la supervisión de otras obras, en otras comunidades. Necesitaba, además, saber los resultados de la gestión y prepararse para la sesión de cabildo.
El presidente municipal se sentó en la banqueta, a organizar la agenda mental.
Fue cuando se acercó el niño.
Jesús, el pequeño vecinito de la calle donde se lleva a cabo la obra, lo observaba desde hacía rato. Veía que ese señor hablaba con las personas que colocaban los “tubotes” y a su vez, otros señores se acercaban a él para preguntarle algo…
Fue cuando Jesús vio que ese señor se sentó en la banqueta, y la curiosidad le ganó.
Caminó resuelto hacia el presidente municipal, y entrelazando sus manecitas, aguantando la pena, le preguntó.
-¿ y tu, por que haces esto, quien eres..?-
Silvestre Vicuña levantó la mirada. Sus ojos encontraron esa pequeña figura que de manera cándida le cuestionaba quién era y porqué lo hacia. Las miradas de los dos, del hombre y del niño se encontraron en una pregunta y una respuesta que involucraba el destino de un municipio.
Silvestre se quitó el sombrero. Lo colocó en la cabecita de Jesús y lo invitó a sentarse a su lado. Y contestó.
“Andamos trabajando, los señores y yo, para que tú y todas las familias de este lugar ya no tengan mas problemas de encharcamientos y no se enfermen y también vivan mejor”.
Jesús tocó el sombrero del presidente colocado en su cabeza. Miró a Silvestre y después observó los tubos del drenaje…luego miró en dirección a su casa.
“¿Con esto vamos a vivir mejor?” preguntó, más en confianza.
“Así es…con esto y con más trabajo”, respondió de manera franca Silvestre.
Nadie se atrevió a acercarse. El niño esperaba respuestas y el presidente municipal las respondía, de manera franca, sencilla.
Los trabajadores, testigos del encuentro, dirían después que allá, en el vientre, una bola de emoción empujaba para que salieran las lágrimas de emoción…y comprendieron que sujetando más fuerte la pala y arreciando el trabajo, podrían sustentar la respuesta del presidente…porque no iban a fallar.
Quizá el niño Jesús, dirá después, muchos años después, que platicó con Silvestre Vicuña, presidente municipal de Otumba, en una pregunta que en ese momento no sabía porqué la hacía, pero que al final, los dos, presidente y el pequeño, tenían que responder, porque eran dos personas hablando de los asuntos de su municipio…porque eran un hombre que gobernaba, y un niño que preguntaba…porque eran, al fin y al cabo, los dos, otumbenses