Columna En voz alta Urge sembrar esperanza
Teotihuacán en Línea. Por: Gerardo Viloria Aunque en muchos
sitios el tiempo va transformando la visión del panorama, algunos de ellos
conservan el misticismo de sus orígenes.
Ubicado al oriente del Estado de México, extraviado su
génesis en la espiral arcana del tiempo, el territorio de Texcoco ha sido
–desde la época prehispánica- suelo de leyenda, lugar de artes y literatura, de
manifestaciones poéticas y filosóficas y tierra de ACOLMIZTLI-NEZAHUALCÓYOTL.
Por sus atractivos naturales, centro de esparcimiento de la
nobleza texcocana; punto de amplio patrimonio arqueológico y colonial, urbe de
copiosa riqueza tradicional y, ciertamente, lugar de densa historia.
Enmarcados en la heredad de ese espacio, en el Centro Cultural
Mexiquense Bicentenario, el pasado viernes, en un evento de vibrante humanismo,
con el rigor de la cátedra, sobresalieron los principios, las virtudes y los
valores.
Ahí, el Claustro Doctoral Iberoamericano, enalteció en
ceremonia solemne, la condecoración de Doctorado Honoris Causa.
¨Por causa de honor”, es la más alta distinción que una
universidad puede conceder a quienes no son miembros de ella.
Es otorgado como un honor, a quien se consagra a una causa
digna; para reconocer el mérito o valía de una persona que como ser humano se
conduce en el cumplimiento de sus deberes y en el respeto a sus semejantes.
Se estimula a quienes realizan el compromiso, traducido en
responsabilidad social, de salvaguardar los derechos fundamentales del ser
humano, tales como la educación. De igual forma, la promoción de los valores,
entre ellos el más importante: la honestidad, entendida ésta como integridad,
veracidad y sinceridad.
En el mismo sentido, se galardonan relevantes
investigaciones que pueden realizarse en cualquier campo del conocimiento o
quehacer humano.
En tal ventura, junto con muy destacados mexicanos –algunos
de ellos señaladamente amigos míos- y dos extranjeros, tuve la deferencia de
recibir tan valiosa condecoración, en particular, de manos del Excelentísimo
Doctor Embajador ARTURO CRUZ CABRERA.
Debo citar que por lugar de nacimiento: Oaxaca y actitud
familiar, soy legatario de añeja responsabilidad social.
Derivo de una tierra que enlaza y de una estirpe que encarna
el alma y el cuerpo de los valores sembrados en mí.
Por tradición de nuestros ascendientes, como acervo, muchos
mexicanos y extranjeros, aún los conservamos.
Tal condición enaltece y obliga, con mayor disposición, en
el alto propósito de servir a la humanidad.
Sobre todo ahora, cuando por multiplicidad de factores
valores y virtudes están disminuyendo en forma vertiginosa, fundamentalmente
por el impacto de la desintegración familiar.
No olvidemos que la familia es el cimiento de la sociedad,
porque en ella se aprende los valores y la educación que impactan desde la
niñez hasta la edad adulta en la comunidad, estado y país.
Ahora bien, esa reducción de valores también la favorecen
una mayoría de políticos.
El multifacético médico, brillante escritor ARNOLDO KRAUS,
en un espléndido artículo refiere: “El triunfo arrollador de Donald Trump
sepulta toda utopía… su victoria conlleva múltiples derrotas, la más dolorosa
para quienes pensamos en el poder y valor de la razón es la derrota de
incontables valores occidentales.
Ética, cultura, libertad, fraternidad, otredad y empatía son
valores despreciados por los millones de trumps cuyos votos encumbran la
sinrazón sobre la razón, la xenobia y el racismo sobre la multiculturalidad, la
deseducación sobre la educación”.
“Urge sembrar esperanza a pesar de la desesperanza”, concluye
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