miércoles, 27 de octubre de 2021

Los perros y su importancia en el altar del Día de Muertos: Leyenda


Los perros y su importancia en el altar del Día de Muertos: Leyenda

Edomex en Línea/Teotihuacán en Línea. El Día de Muertos es una tradición mexicana que se basa en la creencia de que una vez al año, el 1 y 2 de noviembre, las almas de los difuntos regresan para convivir con nosotros. Para que puedan realizar el viaje a este mundo, las ánimas siguen la luz de las veladoras y el aroma del cempasúchil que colocamos en el altar de muertos.

En el México prehispánico, la muerte era considerada como el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, el reino de los muertos o inframundo. El viaje al Mictlán duraba cuatro días, tras los cuales los viajeros llegaban ante Mictlantecuhtli (El Señor de los muertos) a quien le ofrecían obsequios. Las ánimas tenían que cruzar un río para llegar al Mictlán y para hacerlo era necesaria la ayuda de un perro. Por esa razón, en los entierros prehispánicos se acostumbraba sepultar a los muertos en compañía de su perro, para que éste los ayudara en su viaje.

A partir de esta creencia es que se acostumbra a colocar una figura de un perro en la ofrenda de muertos.

Al respecto, existe una leyenda sobre la importancia y significado del perro en el altar de muertos.


“Mi madre estaba ya anciana, tenía como 70 años cuando murió. Le dimos todos los servicios y la teníamos en el ataúd cuando empezó a respirar y despertó echando espuma por nariz y boca. Le atendimos cuando pidió café y un cigarro. Luego platicó que sintió cómo se desprendió el cuerpo y fue con su misma figura rumbo a un río muy grande con aguas revueltas y terrosas. Ahí estaba el perro que había muchas veces corrido de su casa, flaco y hambriento. El perro la miró despectivamente y no se movió: “Perro -le dijo-, llévame al otro lado porque estoy muerta”. El perro la miró despectivamente y le dijo: “¿Quieres que te lleve al otro lado? ¿Acaso me diste comida, agua, dulces? ¿No me pateabas, me bañabas con agua caliente de tu ropa sucia? ¿Qué te hacía para que en vida te portaras tan mal conmigo? No te puedo llevar, fuiste mala conmigo, te quedas a vagar por ahí en tu barrio, a caminar por las chinampas, alma en pena serás”. Entonces mi madre respiró profundo y volteó para atrás, su cuerpo se enfriaba pero aún le llegaba el olor del café y de los tamales, y pensó: “Si huelo el café y los tamales es porque soy ánima, pero si el perro no me pasa y mi cuerpo se enfría seré un cuerpo en pena y mis familiares se disgustarán”.


“Entonces se revolcó en la tierra y vio a San Andrecito, y en eso estaba cuando despertó con mucha espuma. Luego nos dijo -No maltraten a los perros, porque los necesitarán-. Por eso en Mizquic (sic) hay tantos perros”.

Parte del libro Muerte a filo de obsidiana. Los nahuas frente a la muerte, de Eduardo Matos Moctezuma

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